Este sábado se ha apagado la voz de uno de los iconos de la radio que más me ha influído los últimos años: Juan Antonio Cebrián. Con 41 años, insultantemente joven todavía, un infarto ha acabado con su vida y con una pequeña parte de muchos de nosotros que le seguíamos desde hace mucho tiempo. Imagino que no soy el único seguidor de "La Rosa de los Vientos" que se ha quedado mudo con la noticia, pero es que nadie de la ondas ha llenado mejor mis horas de oyente, ni me ha enganchado tanto como para quedarme las horas nocturnas en vela como lo hacía Cebrián.
Parece mentira que esa persona que se escondía detrás de un micrófono para narrarnos lo mejor de su conocimiento, hiciera tan feliz a tantos. No es nuevo para la gente que me conoce que soy un seguidor empedernido de la radio, pero es por culpa de periodistas como Juan Antonio por lo que no puedo ni debo desengancharme de mis auriculares.
Nunca olvidaré sus fantásticos Pasajes de la Historia, auténticos documentos radiofónicos de culto, ni sus "Zona Cero", o sus "Azul y Verde", que tanto han servido de guía para otros programas. La voz de Juan Antonio era ese invento que todos queríamos tener en nuestra casa para proporcionarnos esa gota diaria y necesaria de conocimiento de lo que nos rodea para permitirnos ser mejores personas. Gracias por haberte convertido todos estos años en nuestra universidad a distancia particular.
Posiblemente, el sentirse una rara avis dentro del panorama radiofónico español le impidió tener un programa a horas menos prohibitivas. Sin embargo, como he leído a Ángel Gonzalo, jefe de Internacional de Onda Cero Radio, Cebrián solía decir que "por la noche no te oyen, te escuchan". Y es que nunca un nombre de un programa se ajustó tanto a las intenciones de su director. La Rosa de los Vientos ha guiado y fomentado desde hace tiempo mis deseos por conocer más de que lo ocurrió y no sabemos, y de lo que creemos que sabemos y no tenemos ni la más remota idea.
Ahora que intentaba inculcar a mi hermana la fe en la religión cebriánica, ahora que acababa de entender por qué me quedaba escuchando la radio por la noches, ahora que los fines de semana en vela tenían sentido, Juan Antonio Cebrián nos ha dejado.
Juan Antonio, estés donde estés, descansa en paz.
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