Estoy convencido que ni Rick Adelman se lo esperaba. Una racha de 18 triunfos consecutivos es difícil de ver en el baloncesto actual, pero también lo habría sido incluso para franquicias históricas como Los Angeles Lakers de los 80, los Celtics de Red Auerbach o los Bulls de Jordan.
Cabe la duda de que los Rockets se hayan aprovechado de unos momentos no excesivamente brillantes de los contenders del Oeste, pero también hay que tener en cuenta la lesión de Yao Ming, que probablemente esté fuera de las canchas por lo que resta de temporada. Los resultados avalan a Adelman: 42 victorias por 20 derrotas, terceros en la Conferencia Oeste, a un partido del segundo, y a uno y medio del primero. Quizá no es el balance más deslumbrante que hemos visto esta temporada, pero seguro que la secuencia imparable de victorias en el último mes y medio ha encendido las luces de emergencia en otros candidatos al título que consideraban a los Rockets un buen equipo nada más, con dos grandes estrellas, pero carecían del halo de magnificencia asignado esta temporada, por ejemplo, a Boston Celtics y a Los Angeles Lakers (sobre todo con la adquisición de Gasol).
Gustarme, gustarme... la verdad es que no mucho. Si me pongo a analizar la plantilla tejana, no consigo descubrir qué jugador (incluído del cinco titular) podría competir en minutos con cualquier otro miembro de otro equipo aspirante. Rafer Alston es un base eléctrico cuyo conocimiento del juego ha crecido desde la llegada de Adelman, pero que no supera en absoluto las exigencias a las que estaría sometido si compitiese de igual a igual con Tony Parker, Jason Kidd, Deron Williams o Chris Paul.
Shane Battier era de mis favoritos cuando jugaba en Memphis. Si bien no siempre sumaba buenos números, su labor colectiva era comparable a la de Carlos Jímenez en España, por lo que los intangibles que mostraba cada partido no tenían recompensa en el boxscore. En Houston Battier ha encontrado un sitio en el que no tiene que desarrollar una labor anotadora bestial para ser productivo al equipo (el peso ofensivo recae por supuesto en McGrady y Ming), pero sin embargo ya no se habla de Battier como esa pieza fundamental en el esquema Adelman. Una de dos: o tiene una capacidad asombrosa para pasar desapercibido y seguir sumando, o la sombra de McGrady o Yao Ming es tan grande que impide ver el trabajo de otros miembros de la plantilla.
McGrady sí. McGrady acapara la mitad más 1 del abanico mediático de la franquicia y de la ciudad, y responde con actuaciones MVP a los críticos que pensaban que Tracy estaba acabado para este deporte, por sus continuas lesiones de espalda. Desde luego, no es el jugador que maravilló en su primera etapa en Orlando, básicamente porque ahora tiene una responsabilidad ofensiva compartida con el chino, pero por lo menos su aportación es proporcional al salario de megaestrella que tiene.
De Ming ya queda poco que decir. Mantenía hasta antes de la lesión una regularidad pasmosa, y poco a poco se está convirtiendo en un jugador legendario para la franquicia tejana. Sus apariciones en el All Star ya no son fruto de las votaciones masivas por parte de la gran colonia china en EEUU, sino que son totalmente merecidas. Si la lesión le mantiene apartado de las canchas hasta después de los Juegos Olímpicos, su período de recuperación será más efectivo, con lo que puede que todavía no hayamos visto al mejor Yao Ming.
La problemática de los alapivots en Houston parece haber llegado a su fin. Scola está respondiendo a las expectativas y se ha convertido en el 4 solvente que los Rockets necesitaban. Tras los experimentos de Chuck Hayes o Steve Novak, parecen que han dado con los jugadores que necesitaban. La pareja Scola y Landry cumplen su roll de jugadores de complemento, fuertes en defensa y capaces de anotar sus puntos sin la torpeza evidente de Hayes y sin el temor a la pintura de Novak.
El resto de miembros de la plantilla es un conglomerado de combo players de varias posiciones, es decir, escoltas encerrados en cuerpos de bases o aleros encerrados en cuerpos de escoltas. Sorprende la masiva presencia de bajitos que tienen muchos más minutos que los que tendrían en cualquier otra franquicia: Steve Francis, Aaron Brooks, Bobby Jackson y Luther Head.
Francis ya no es Franchise, ya no es el jugador desequilibrante que compartió premio ROY con Elton Brand, pero puede aportar capacidad de penetración y experiencia para los momentos de máxima igualdad. Head es la versión americana más parecida a Juan Carlos Navarro: excelso tirador con poca altura, musculatura y tamaño.
Bobby Jackson llegó este año cuando casi sonaba la campana de límite de traspasos, por un intercambio con los Hornets por Bonzi Wells y Mike James. Ambos dos jugadores me parecen más completos que Jackson, pero ninguno de los dos respondió a las expectativas, y los Rockets hicieron bien en deshacerse de ellos. Un traspaso que benefició tanto a Houston como a New Orleans.
Tras toda esta serie de jugadores de complemento, destaca la figura emblemática del incombustible Dikembe Mutombo. El veterano pívot africano cumple su decimoséptima temporada en la NBA aportando desde la titularidad tras la lesión de Ming. No tiene la energía ni la solvencia que hace 10 años, pero es seguro que todavía intimida como pocos y puede realizar una labor decente.
Veremos cuánto dura esta sorprendente racha de los Rockets. A la espera de nuevas noticias...
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